Empuja el día a la vida
soleado o con nubes
y si hay lluvia, lo mismo da.
Un chapuzón bajo esa agua bendita
deseando saltar sobre los charcos
y disfrutar de esa alegría
que tras gritos y amenazas
los mayores nos lo prohibían.
Ser libres al haber superado la infancia
y poder decidir cómo ser feliz.
Y si con todo su esplendor el sol brilla,
qué mejor motivo
como para enchastrarse con un helado
y apurar el bocado
antes que se derrita.
Ser adulto siendo niño
sin escuchar los juicios
de quienes nos tratan de grandulones
y sentir en nuestros pulmones
la inmensidad que nos regala la vida.
Subirse a un tobogán,
volar en un columpio
y montarse al carrusel
para domar al caballito
que sube y baja en cada vuelta
viendo quien pueda
atrapar la sortija.
Si, a esta edad, es hermoso ser niño
y sentirlo como si siempre
lo hemos sido.
Daniel Vadman.
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