y la espuma que emana
hace la mano de un fantasma
como queriendo atrapar a quien lo observa.
Y vuelve y sacude sus fauces
mientras quieto estoy en el acantilado
absorbido por la belleza del paisaje
sucumbiendo hipnotizado
casi casi al borde de un desmayo.
Las mismas gotas del mar me despiertan
tras lo que estuve obnubilado
y me dejo bañar por los rayos dorados
mientras el Sol se niega a retirarse.
Única y mágica experiencia
que arrastro desde mi adolescencia
sintiendo que aún el mar
requiere mi presencia,
en el mismo acantilado
de pie sobre las mismas piedras
tratando de llevarme consigo
mirando la vida de otra manera.
Y el mar se hizo mi amigo
aunque a veces lo he mirado
solamente desde la arena.
Daniel Valdman.