Pido perdón
por quien me necesitó
y no lo he escuchado.
Por quien me tendió la mano
y la mía no la he estrechado.
Por los olvidos que he cometido
y por los errores
que no he solucionado.
Por la paciencia que no me he otorgado
y por el silencio que sostuve
cuando debí haber gritado.
Me disculpo enormemente
ante el perro que en la calle
no he acariciado
y de la limosna que negué
pudiendo haberla dado.
Por no entregarme más
de lo que me he entregado
y perdón por quién soy
porque sin quererlo,
a muchos les habrá molestado.
Y ante todo,
me debo perdonar a mi mismo
aunque no pueda lograrlo.
Daniel Valdman
