de llorar su pena
sin relámpagos ni truenos,
solo con los estruendos y centellas
que producen las armas de los hombres.
Cada gota es una lágrima
que va cubriendo las almas
sin importar si serán triunfadores
en una batalla sin sentido
donde todos son perdedores.
Quién no va dejando
en el camino a un amigo,
a un familiar, a un vecino
o simplemente, otro compañero de armas.
Y los niños, quién no los extraña
jugando en las calles ahora desoladas,
de escombros abarrotadas
y llenas de juguetes extraviados.
Todos estamos perdiendo
aunque otro espacio conquistemos
a fuerza de dolor y amargura.
Y por eso lloran los cielos
porque les estamos robando los sueños
a los que pueden llegar a ser
nuestros hijos.
Daniel Valdman.
