que no sabía dónde posarse,
saltando de almohada en almohada
le costaba encontrar quién lo soñase.
Unos querían la paz,
otros anhelaban la guerra.
Había quien con un invento dormía
y otros con un negocio muy grande.
Y el sueño solo se sentía
porque era una simple caricia
puesta en un desconocido rostro
llena de dulce armonía
entre unos hermosos ojos
sin distinguir a quien pertenecían.
No había un nombre,
tampoco habían palabras.
Solamente esa mirada
que solo ese sueño imaginaba
deseando encontrarla
con toda la fe de su alma.
Vaya a saberse en qué mundo,
si en la tierra entre los humanos
o entre las estrellas del espacio.
O quizás estando posado
en una sencilla almohada.
Daniel Valdman.