imposible detectarlo.
Ataca a los humanos,
a las máquinas, a los animales.
Algo habremos hecho
para que este mal se expanda
o nos faltó hacer algo
que impida esta batalla
mientras se come nuestra energía.
Se interrumpen las comunicaciones.
Tienen fiebre los operadores
y los sistemas no funcionan.
Volver a usar el tapaboca
para descubrir nuevos ojos
y así también la tristeza
que se esconde en las almas.
Solo falta la medicina,
la magia de un elixir
que nos devuelva la alegría
al curarnos de tantos males.
El mundo está cambiando
y somos todos los culpables.
Los niños no juegan en las calles
y todos en su encierro
tratando de no contagiarse
sin saber de qué o en dónde.
Y lo que más duele
es la falta de sonrisas,
esas que al decir buenos días
mutuamente se alegraban
al estar con las caras tapadas
y hundidos en sus conciencias.
Daniel Valdman.
