como a las flores
que tras mostrar su belleza
por pocos días,
comienzan a marchitarse
como las arrugas
que decoran nuestros rostros.
Triste ver el proceso
hasta que abandonan su tallo
creando una alfombra de pétalos
contando en ellos sus historias.
Y así nos pasa a nosotros
que a medida que la vejez nos toca
vamos dejando
como herencia nuestras historias
en las asombradas mentes
de nuestros nietos.
Y nosotros, casi viviendo
de recuerdos
nos contentamos disfrutando
poder contarlos
creando las fantasías
en la imaginación de los niños.
Y llegará algún día
en que se quiebre nuestro tallo
y se caigan los pétalos
de nuestras vidas
sabiendo que hemos sembrado
la prolongación de la existencia
por cada historia que contamos
y que en la madurez repitan
contándole a sus hijos
las aventuras de su abuelo.
Daniel Valdman.