Las sienes plateadas
dan la pauta de su sabiduría
mientras el alma
se aferra al sentimiento
porque al fin,
es su única riqueza.
Y a esta altura de la vida,
en el último tercio de su tiempo,
con casi toda la historia cumplida
y todavía, sin conocer el destino,
se que te amo
y estoy seguro de ello.
Si, es cierto,
no es con la fuerza del adolescente,
ni con la intrepidez
de la juventud apremiante.
Es con calma, con sueños tiernos
y con la sola ilusión
de no dejar de amarte.