su caudal de agua
ahogando a las plantas
que nos dan la comida
después de duras sequias
que secaron las tierras.
Para esta contingencia
no existe medicina
que calme la ira
de la naturaleza.
Desbordados los ríos
tiñiendo el paisaje
sin encontrar albergue
para los pobres animales
que tras sufrir de sed
ahora sufren de hambre.
Qué males hicimos
para recibir este castigo
o qué dejamos de hacer
para merecerlo.
Quizás el castigo viene del cielo,
desde mucho más arriba
de las nubes que nos dominan
y nos quieran dar la sabiduría
de que no somos tan grandes
como lo cree la avaricia
ni tampoco tan honestos
para dominar la naturaleza.
Quizás aprendamos de esto
para poder seguir
gestando la vida.
Daniel Valdman.
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