bajo el fuego incandescente,
echados sobre un tapete
mirándonos las caras.
Hay más calor en los cuerpos
del que nos dan las ramas
que chisporrotean tratando
de regalarnos su paisaje.
Mudas quedan las palabras.
Quietas están las caricias.
Solamente las miradas
y la felicidad en el pecho
que inunda todo el ambiente
mucho más que los leños crujientes
obligando a no pensar en nada.
Pareciera que las almas
rebosan los cuerpos
imposible de repetirlo
sin desear cortarlo con un beso
siendo el instante perfecto
haciéndose uno los dos espíritus.
Sabes que te amo y se que tu me amas
sin necesidad de decirlo
porque entregamos nuestras almas
en el silencio de las miradas
mientras los leños danzan bajo el fuego
y chisporrotean las que fueron ramas
cantando la melodía
de nuestro sentimiento.
Daniel Valdman.
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