mientras mis pasos navegaban
sobre andenes llenos de charcos.
La frescura del agua
hacía sentir mi existencia
con la libertad de la ciudad vacía.
No me importaba mojarme las prendas
mientras gozaba de la experiencia
al sentirme parte de los cielos
y con los brazos abiertos
volé como las aves
aguardando la tormenta
bajo las nubes oscuras
que limpiaban mi conciencia.
Se borraron las ideas,
se liberaron los sentimientos
y con la mente despejada
quise afrontar el invierno
que desde hace muchos otoños
sabía que a mi llegaría.
Cargado de valor y alegría
no quise acelerar el paso,
lento, seguro y pausado,
aspirando el frío viento
que sus ráfagas me desafiaron
para llegar hasta aquí,
que de otra manera sigo andando
y en este escrito, casi sin desearlo,
compartir la experiencia
de desafiar a la tormenta
y llegado el momento,
poder contarlo.
Daniel Valdman.
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