golpeando el tejado
humedeciendo los vidrios
sin dejar ver el prado
y trayendo nostalgias
en un domingo quieto
dedicado al descanso
sin poder hacer nada.
Las goteras fueron curadas,
las matas por el clima regadas
y el café en la hornalla
invita a saborearlo.
Humedad y frío.
Las heridas del tiempo
se sienten en los huesos
en cada movimiento
por más simple que sea.
La edad no viene sola,
trae consigo los reproches
y también todas las quejas
de lo que no hace mucho se podía
y hoy, en este día
de humedad sin tormenta
sin quererlo nos recuerda
que no se está para proezas,
que la juventud se olvidó en el calendario
cundo se jugaba en el barro
sin importar cuanto lloviera.
Los vidrios están empañados,
no dejan ver el prado
y uno con sus añoranzas
de un lejano pasado
se sirve otro café
que en la hornalla se está calentando.
Daniel Valdman.
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