de cuando tirados en el prado
enredados con los brazos
sin dejar de acariciarnos
nos olvidamos del mundo
haciendo ese instante eterno.
El horizonte estaba en tus ojos
confundiendo el cielo con el campo
mientras las silvestres flores
atestiguaban este romance.
Descubrimos la existencia
desprendiéndonos las ropas
entregándole al olvido
todas las penas de nuestras almas
y desnudos los espíritus
con los labios se apretaban
en besos interminables
que no alcanzaban
a satisfacer todas las ansias
que los cuerpos pretendían.
Hablemos de amor,
de cuando el torrente de estrellas
nos cubría en la playa
y nos acriciábamos en la arena
mientras las olas
nos regalaban su concierto
y era nuestro todo el universo
disfrutando el placer de tenernos
siendo ángeles en la Tierra.
De ello, ya pasaron inviernos y primaveras
y aún en los otoños que nos quedan
seguimos abrazados sin penas
pues el amor no recuerda
el habernos olvidado
de los besos que nos seguimos dando
sin mares ni prados,
pero con caricias y abrazos,
con los cabellos plateados
y este inmenso amor
aunque hayan pasado los años
y el horizonte
siga estando en tus ojos.
Daniel Valdman.
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