La última bombilla
quedó encendida
hasta agotar la energía
que quedaba en su bodega.
La gente desesperada
recurría a las velas
porque nada funcionaba
y se sentía esclavisada
sin poder hacer nada
para solucionar el problema.
Los teléfonos mudos
parecían inservibles
y la comunicación
entre las gentes
desapareció de repente
porque los aparatos que usaban
ninguno funcionaba
y sin mirarse las caras
no sabían qué decirse.
Las noticias se callaron.
La oscuridad reinó por completo.
Lo semáforos no cambiaban
y los carros quietos
crearon un hermoso silencio
que hacía siglos no se notaba.
Los afanes se perdieron,
las urgencias se borraron,
las personas en las calles
volvieron a ser gente
tomándose de las manos
para no perderse
y retornar a los principios
donde gobernaban los sueños
de que llegase un futuro,
que se ausentó en el presente
porque la tecnología se apagó
para volver a lo que fuimos.
Daniel Valdman.
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