ahogados en soledades
cuando una mirada incauta
descubrió las ansiedades
que las almas acobardadas
trataban de disimularlo.
La timidéz, primer personaje,
dueña de la situación
no permitía el abordaje
a un saludo u otra mirada.
La atracción insistía
de reojo las posibilidades
que se mezclaban con la valentía
contra la timidéz que se enfrentaba.
Llegó a mi auxilio el mesero.
Le pedí un café
y otro para la señorita
que al recibirlo me dió las gracias
y me invitó a compartir en la otra silla
quizás el mundo de historias
conque hemos hecho nuestras vidas
hasta llegar a hoy,
para contarle a nuestros nietos
recordándo desde el principio
lo que nos amamos en tanto tiempo.
Daniel Valdman.
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