La gente refugiada
al descanso de la jornada
y la poca luz del candil
hace borrosas las palabras
que en el trazo la pluma sisea
como si en cada letra
le estuviera hablando.
Una suave brisa
obliga a danzar la llama
que sin ritmo ni tonada
cambia de lugar las sombras.
Noche del poeta
que busca la musa deseada
imaginando las caricias
que alguna vez fueron dadas
en noches como esta
tranquilas y en calma
a la luz de las miradas
que se apagaban con besos,
con pasión, con deseo
tratando que esas noches
nunca se acabaran.
Se extingue la luz del candil
y ya los ojos no alcanzan.
Pero seguirá soñando el poeta
con esas caricias dadas,
con esos besos escondidos
en la oscuridad solitaria
y en el amor sumergido
en el medio de su pecho
imaginando los mejores versos
y así, jamás olvidarla.
Daniel Valdman.
