la batalla continúa
y no hay en la tierra
hueco donde refugiarse.
Los edificios dañados
pronto están a derrumbarse
y las almas de los soldados
quieren volar a otro lado
esperando que por fin
esto llegue a solucionarse.
Quedan pocas municiones,
los disparos deben ser perfectos
y todos nos convertimos
en francotiradores.
Cada bala lleva un nombre
y a quien hiera,
no se cómo se llama
pero se apaga una llama
de sueños e ilusiones.
El gatillo en mi mano responde
sensible en su movimiento
como máquina perfecta
inventada por el hombre
que me defiende la vida
mientras acaba con otra.
El acero no piensa,
tampoco tiene sentimientos
y ahora es parte de mi cuerpo
que también se está insensibilizando.
Ay mi cielo,
no se por qué te cuento esto.
Quizás te estoy preparando
para el día de nuestro encuentro
pues no hallarás al mismo hombre
que a la guerra se ha marchado
y todo tendrá que comenzar de nuevo
Daniel Valdman.
