de las fiestas navideñas
con sus perfumes de pan dulce,
de chocolates, de sidras
y sobre todo de alegrías
a la llegada de fin del año.
Todo el mundo bendiciendo en las calles
ya casi sin palabras
sino con simples sonrisas.
Se vestían de luces y guirnaldas
cada casa en cada ventana
para compartir con todos
la alegría que llegaba.
Pero la vida nos cambia.
En el barrio ya no hay casas
y con los edificios construidos
albergando a mucha más gente
se perdió el conocimiento del vecino,
no se sabe quién vive enfrente.
Se perdió la reunió en la esquina
para comentar las noticias
ante un sol que ya no existe.
La ciudad ensombrecida
debido a las altas torres
no pone luces de colores
en las oscuras ventanas
porque para estas fiestas
los habitantes buscan la naturaleza
que se ha perdido en las calles.
Si, llegaron las fiestas
y la ciudad, solitaria.
Daniel Valdman.
