Veo el dibujo de tus letras
y siento la caricia
que con esas mismas manos
dibujaste en mi rostro.
No hace falta decir nada,
simplemente con enviarme la carta
que trato de no abrirla
para aspirar tu sentimiento.
Detenido estoy ante el sobre
sumergiéndome en el remitente,
recorriendo cada curva de la letra,
cada guión, cada espacio
como si fueran suspiros
que dejaste mojar con la tinta.
No hace falta que la abra,
tampoco es que quiera abrirla.
Me quedo soñando contigo
y disfrutar de la maravilla
que tendrás para decirme
en cada una de tus letras.
Y aunque te parezca mentira,
con el sobre cerrado, sin abrirlo,
siento el beso que dejaste marcado
en el punto final de tu escrito.
Daniel Valdman.
