Te tomo entre mis brazos,
te beso el cuello.
Giras la cabeza
para que te siga besando
mientras mis manos no se cansan
de acariciarte la espalda
y la pasión sube
hasta el desespero.
Un gemido suave
se escapa entre los besos
y en el instante exacto,
cuando más te deseo,
veo tu rostro y me digo
cielos, qué bella eres
y cuánto te amo.
Y así cada día
en este hermoso romance,
tu, tan bella como siempre
y yo, te sigo deseando
aunque pasen los años
y hallamos llegado
a nuestro invierno
tomados de la mano,
andando el mismo camino.
Daniel Valdman