con que me recibes cada día
borrándome las tristezas
que pueden producirme la vida
en el ajetreo cotidiano
al que empuja la rutina.
Eres la flor que ilumina
los abismos de mis penurias
convirtiéndolos en jardines
gracias a tu sonrisa.
Y en el brillo de tus ojos
la ansiedad con que me esperas
para darme un fuerte abrazo
y un beso de bienvenida.
No necesito más,
las palabras quedan distantes
y en las miradas como diamantes
brilla la luz del cariño,
el que hemos alimentado
durante toda la jornada
para entregarlo en ese instante,
justo a mi llegada
juntando así las almas
y sentirnos completos.
Daniel Valdman.
