dejaron ver las tinieblas
salpicando con su rocío
al vestir las plantas de brillo
augurando buena cosecha.
Cuanto amor regala la Naturaleza
alimentando así a la tierra
para que no le falte a nadie.
Sin embargo, en las ciudades,
se notan las miserias
de los que fueron a buscar
nuevas metas
y no encontraron posibilidades.
Las carreras atropellan.
El devenir muy intenso,
se va acabando el dinero
que en el campo no hacía falta
y ya no hay para el arriendo,
y mucho menos para el alimento
que antes la tierra lo entregaba
sin mayores esfuerzos
mas que con trabajarla
arando, sembrando, cultivarla
y recoger los frutos que nos daba.
Es tan simple la vida
que quizás su rutina
no nos alcanza.
Pero ya, con la cabeza encanecida,
las manos y la cara
por los fríos y los soles curtidas
vemos que en el último sendero
que tenemos a nuestro paso,
y llevando el tiempo
cargando a nuestra espalda,
hemos tenido una vida grata
sin que nunca haya faltado la comida.
Daniel Valdman.