para que dormida,
te arrimes a mi cuerpo.
Y te abrazaré despacio,
sin despertarte,
para que sientas
que te estoy cuidando.
Debo proteger lo más valioso
que ambos hemos labrado;
los sueños, que tanto anhelamos
y que quizás, algún día,
logremos realizarlos.
Te apegarás a mi sinceramente
entregando la fe, la confianza y el cariño
y te acariciaré suavemente
como diciendo que estés tranquila,
que estoy contigo
y seguirás durmiendo y soñando
con el mismo sueño
con el que sueño contigo.