sobre tu cuerpo
tratando de alcanzar
cada uno de los poros.
Entregas tu conciencia
a la intensidad de las caricias
mientras el deseo persiste
en que seas mía.
La ambición de la sangre
crea nuevas sensaciones
y el clímax llega
para fundir los corazones.
Y allí, comienza el amor.
En el silencio
de los espíritus agotados.
En las caricias
que te sigo dando,
en el placer de los cuerpos apretados
sabiendo que entregamos las almas.